ARENA EN UNA BOTELLA
Patric O’Brien fue uno de los miles de inmigrantes irlandeses que desembarcó sin familia en los Estados Unidos huyendo de la Gran Hambruna Irlandesa, con una botella de vidrio en el bolsillo llena de arena de su Cornualles natal y un sueño en la cabeza: hacerse rico y sacar a su familia de la granja que sufría las consecuencias de la Guerra de Independencia irlandesa.
Patric estuvo presente en la abundancia de los “felices años 20” de Estados Unidos, pero por causa de las constantes muestras de menosprecio hacia su procedencia humilde no la pudo disfrutar viéndose obligado a trabajar en la construcción de los rascacielos más impactantes del capitalismo imperante y con unas pésimas garantías laborales.
Ahora son los años 30 y Estados Unidos atraviesa una terrible depresión económica: las personas divagan por las calles en busca migajas de pan que sacien su hambre, los banqueros se arrojan de esos rascacielos tan altos, las actrices de teatro ven reducidas sus actuaciones en las tablas y albergan en su mente la idea de ir al cabaret y Patric continúa con su rutina. Ha conseguido trabajo como soldador en una imponente y ambiciosa construcción que pretende desbancar a la Torre de Babel en la categoría de obra magnífica y maravillosa.
Patric O'Brien sube como cada día a su andamio a más de 300 metros de altura, con sus herramientas de soldar y su botella en el bolsillo. Uno de sus compañeros le pregunta por qué lleva siempre esta botella y él le responde que la lleva para comunicarse con su familia, porque él sabe que en el momento que está fatigado y cansado por las arduas horas de trabajo subido en un andamio lo está su familia arando la misma tierra que él porta. “Es una tierra encerrada en una botella…”, responde, “…como lo está mi Irlanda querida…”
De repente, Patric está a punto de ver abatidos todos sus sueños y anhelos cuando una tormenta sin precedentes comienza a desprenderse de las nubes en forma de una vivaz venganza contra las edificaciones magníficas y presuntuosas, la terrible fuerza invisible arremete contra la construcción y lanza una fatídica tempestad de aire que lanza al vacío a cinco de sus compañeros que están en un nivel superior. Patric se aferra con fuerza a las estructuras en construcción hasta que el viento se calma, pero algo terrible está a punto de sobrepasar los límites de lo inverosímil cuando una ráfaga de luz golpea el bolsillo de Patric y la botella que lleva consigo es inclinada dejando caer toda la arena de Cornualles en sus pies, Patric se inclina tratando de recoger la arena cuando un rayo cae sin piedad en el edificio y la corriente de éste es conducida por todas las vertientes de la construcción electrificando todo lo que está a su paso.
Cuando finalizan los estruendos y la revulsión, Patric, como el ave Fénix, resurge de entre sus cenizas, la arena de Cornualles liberada aisló la electricidad que le iba a provocar la muerte. Meditabundo y orgulloso, con una lágrima en el rostro piensa que arriesgar la vida bien vale la pena, pero es mejor hacerlo por aquello que tanto anhela. Por ello, finaliza su trabajo y reúne todos sus ahorros para retornar a su Irlanda natal, se marcha a dar vida a la tierra que una vez vida le había dado.
Mientras se aleja en el barco observa con orgullo el edificio que por más de 40 años sería el edificio más alto del mundo: “El Empire State”.