LA CURA DE MI LOCURA
Desquiciada está la razón que sin razón me impide pensar en ti.
Las más crueles sensaciones se encierran en el ataúd frío de mis recuerdos donde al final enterré mis plegarias por verte.
Dejo la ropa de un cuerpo decadente que me está quemando la mente y despavorida como alma que lleva el diablo salgo corriendo de mí para llevarme a la boca nuevamente tu esencia, tu aroma, tu exquisita ánima latente.
Cuando me diste a probar el fulgor que emanaba de tus dedos ardientes, se impregnó mi presencia de la esencia de cuanto no quiero ser: no quiero ser una mendiga de esos besos, no quiero ser una insaciable boca canina de afilados premolares que se hinca en tus venas para succionar tus fluidos y ni siquiera quiero saber si quiero ser la única que lo siente, lo siente y lo presiente, lo siente y lo lamenta...
Al final de la actuación me encuentro sola en el escenario para recibir los aplausos de unas manos flotantes en unas butacas vacías, son los ecos del pasado imperfecto, ondas de lo que un día fue apoteósico y emblemáticamente cautivador. El tiempo, la lejanía y tus constantes muestras de ignominia son culpables de la cura de mi locura, del fin de los apasionados días de mi dulce melancolía…