NO FIEL
Habían transcurrido dos horas desde aquella mala noticia. Miré sus dedos y sin casi impulsos se clavaron en mi garganta. Percibí por su aliento que este momento sería una historia que nos daría vergüenza contar y el recién llegado había estado detrás de la puerta todo el tiempo.
Ya casi no soportaba mis propios gritos, pero sí escuchaba mi propia respiración que al ritmo de tambores africanos anunciaban un paro cardiaco. Aunque no fue mi corazón el que se paró ni partió en mil pedazos, sino el de mi amado amante que sin poder soportar su propio peso se desplomó al suelo viendo su vida pasar en tres segundos.