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Dicen por ahí que el tiempo sana los lamentos. Lamentos que una vez fueron tormento.

La impotencia de no volver a verte, de no volver a verla está quemando mis creencias. Creencias que me hacen pensar que mi fe un consuelo fue, un ritual para acallar un terrible desespero.

Una sintonía agridulce, atonía color violeta, suena desde que partiste, desde que se fueron y aún seguimos sin entenderlo.

Sin embargo, con una sonrisa entre tanto llanto, te recordamos: amable, todo sarcasmo, responsable y digno de nuestra admiración. AD AETERNUM PAPÁ.

Y a ti, superheroína, la mejor amiga y la mejor mamá. AD AETERNUM MAMI.


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