LA BRUJA (THE VVITCH) *Valoración 8/10*
Últimamente, las películas de terror me dan pánico de preventa, sobre todo porque el guión termina siendo un desarrollo fiel a la estructura narrativa del viaje del héroe, súper utilizada con éxito en los largometrajes, pero predecible.
Con el fin de salirse de lo preestablecido y parecer original, la narrativa puede caer en un fatídico e incongruente desastre si los directores, productores, escritores, y todo lo que termine en “ores”, empiezan a hacer puntos de giros sin sentido, transiciones donde debería haber lógica narrativa y hacer que los personajes se alejen de su naturaleza.
Sin embargo, La Bruja, ha sabido romper con ese esquema justo en el momento en el que todo parecía que iba a ser fiel a la estructura y se iba a convertir en una película más del terror maldito que más bien daría risa.
La Bruja, una leyenda de Nueva Inglaterra (The VVitch, A New-England Folktale) 2015, es una película de producción independiente que pertenece al género de terror y dura 90 minutos. Está escrita y dirigida por Robert Eggers y fue ganadora de la mejor dirección en el festival de cine de Sundance 2015.
La historia contiene simbolismos de relatos reales, basados en rituales satánicos donde los niños son el principal foco de hostigamiento. Está compuesta por escenas sugerentes e impactantes que tratan acerca de violaciones y canivalismos de bebés, actos libidinosos entre hermanos, prácticas sexuales precoces y hasta un orgasmo con Dios.
La dirección es impecable porque, a pesar de tratarse de temas delicados y capaces de generar el rechazo de la audiencia, se centra en generar tensión y dosificar los momentos para no colapsar el ritmo narrativo. Más que terror, es una película de suspenso.
Los personajes tienen un carácter bien definido que se agudiza conforme transcurren los hechos: un padre atormentado, una madre esquizofrénica, un bebé, unos gemelos traviesos rozando lo diabólico, un chico adolescente que no cuestiona su entorno, y una chica adolescente que parece tener una conciencia privilegiada y que no encaja con su familia.
La narrativa transcurre en una colonia de Nueva Inglaterra, Estados Unidos a mediados del siglo XVII y trata de una familia que es expulsada de su comunidad porque el padre, cristiano tajante, se revela en contra de las leyes regentes. La familia se asienta en una cabaña cerca del bosque que, según las creencias de los aldeanos, está maldito.
Lo que sucede en la historia es la eterna disputa entre quienes critican el modus vivendi de su entorno y cuestionan lo preestablecido y quienes forman el resto de la manada que buscan someter a los herejes.
La pantalla se ilumina gracias a Thomasin, interpretada por Anya Taylor-Joy, una actriz y modelo estadounidense descendiente de padre argentino y escocés y madre española e inglesa. Thomasin, tiene una sintonía agridulce en su faz: la belleza bucólica para ser una inocente campesina y la mirada malvada para ser toda una “vvitch”.
Es precisamente allí donde se centra la dicotomía de la trama. Ser o no ser, ser y parecer o no parecer y serlo ¿Qué hay en el interior de las personas? ¿Somos lo que somos por culpa de nuestra naturaleza humana? ¿La bestia nace o se hace?
Por eso, si el espectador cree que este thriller va estar repleto de brujas volando por el bosque, se equivoca. Este relato está colmado de simbolismos, bastante aplicables a la actualidad, de lo que le sucede al ser humano cuando la sociedad se ensaña contra él, de que la decadencia, la codicia, el deseo más impuro, la rivalidad natural están latentes en nuestra alma y que basta una chispa para despertar a la bestia.
* Aviso Spoiler*
Por otro lado, hay una escena, mmm, cómo decirlo: ¿Asquerosa? ¿Gore? ¿Repulsiva? ¿Disgusting? Es la escena donde la madre histérica, interpretada por Kate Dickie, imagina que amamanta a su bebé desaparecido y en realidad es a un cuervo al que tiene encima que le picotea los pechos mientras ella, abstraída, sangra. De hecho, hay alguna escena más en la que aparece amamantando al bebé.
Obligatoriamente, hay que hacer referencia a que Kate Dickie interpretó a Lysa Arryn, la tía de los hermanos Stark de Juego de Tronos, que también está paranoica, y que alimenta a su hijo Robert de 10 años. Ver a Robert, un pre adolescente enfermizo, siendo alimentado por el pecho de su madre, es un fotograma repulsivo que evoca a la imaginación más grotesca y que marca la experiencia del espectador. Por eso, ver a Kate en La Bruja, en el papel de madre que amamanta, aunque fuera a su precioso bebé, genera sentimientos encontrados.
Además, Caleb, el hermano pequeño obediente y angustiado por proveer a su familia, es un papel determinate en la historia. Interpretado por Harvey Scrimshaw, un actor inglés de 14 años, Caleb, es un adolescente que se ve obligado a madurar deprisa. Es víctima del despertar de sus deseos y se debate entre la inocencia y la búsqueda del placer. Llega a experimentar el ataque de la bruja de forma erótica, que quizá simbolice la estigmatización de sus propios deseos reprimidos y, además, escenifica un pérfido delirio que termina en algo parecido a un orgasmo con Dios.
El final del la historia, para muchos decepcionante porque se esperaban un sabbat espantoso, deja efectos contradictorios. Probablemente efectos recurrentes en películas de cine independiente (acabado, pero sin acabar) y que se podría catalogar como de serie B.
Particularmente creo que el final es magistral…muy pocos finales tienen el tercer acto tan bien construido…muy pocos finales son impredecibles y, como no, abre el paso a la segunda parte, secuela, saga, o como la industria del entertainment le llame y espero que pronto…