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TODO ES CULPA DEL SISTEMA (¿?)

El ser humano debería ser responsable de sí mismo y omitir a los poderes fácticos que dirigen su vida y cambian su esencia...pero aún no está preparado para ser libre.

El malestar social es un factor constante de los malos gobiernos. Ser un gran dirigente implica dotar de, exactamente, todo lo que los ciudadanos necesiten, pero, al parecer, la inconformidad está tatuada a hierro vivo en el ADN del ser humano. Nunca nada es suficiente.

Me permito citar una alegoría religiosa, influencias aparte, la de Jesús de Nazaret cuando quiso repartir pan entre los pobres, eran tantos y querían tanto que él, exhausto y frustrado, reconoció que no se podía satisfacer al hambriento porque se había convertido en muerto de hambre. Nunca nada le será suficiente. Quizá por eso Jesús terminó por repartir solo su palabra…

Actualmente, la gran masa social se moviliza más rápido que

antes y siente que es más crítica y más activa, tal vez por la sensación de libertad de expresión que les dan las redes sociales 2.0. El rebelde se catapulta para alzar su voz, su afilada crítica ante el sistema. Este sistema hostil que asfixia sin clemencia, que hace brotar un neo esclavismo y que no permite despertar es el mismo donde se desarrollan esas mismas redes que tienen entretenidos a los amantes de la reivindicación.

Si hiciéramos “zoom in”, un razonamiento deductivo (de lo macro a lo micro), se podría ver cómo esa inconformidad se expresa en la empresa con nuestros jefes, en la fiesta con nuestros amigos, en casa con nuestros familiares y en el baño con nosotros mismos. Queremos escapar. Entonces, ¿Todo es culpa del sistema?

Una persona que se ha formado para ser competitiva es igual que una que no. Las dos buscan lo mismo: bienestar, porque nadie busca malestar, al menos no conscientemente, hablando de conductas normales, no patologías auto destructivas. Esa persona que se ha formado y esa persona que no se ha formado sienten lo mismo: inconformidad.

La inconformidad de la persona que se ha formado radica en que nunca tiene suficiente: ni su sueldo, ni su cargo, ni su despacho, ni sus compañeros de trabajo… pareciera que esa característica es la que lo hace evolucionar. Esa persona va a su casa y hace lo mismo con su familia. Su pareja nunca le va a llenar y sus hijos le avergonzarán. Lo admita o no, será así.

Por otro lado, la persona que no se ha formado irá a su trabajo frustrada. Sobre ella caerá el peso del inconformismo de la persona que sí se formó y construirá su propia cadena de frustración.

Todos: los educados y los no educados, formarán grupos de presión altamente representados: patronal y proletariado. Un grupo concluirá que su malestar radica en este sistema competitivo que no le ha dejado otra opción que la de hostigar para no ser hostigado, pero no pueden salir de ese círculo vicioso porque se destruiría a sí mismo y el otro grupo concluirá que el sistema los oprime y, como no tiene nada que perder, vota por destruirlo.

Los pro sistema, admiten que hay un daño de estructura que intentan solventar con soluciones insostenibles: pactos de poder, uniones por conveniencia y no por convicción, etc., y los anti sistema, intentan crear su propio sistema igual de insostenible y cantan: “Quítate tú pa’ ponerme yo” todo sucede mientras un minúsculo grupo de los independientes (que no independentistas) se percatan de lo que sucede, pero no intervienen. Mejor se ven los toros detrás de la barrera.

Los independientes, esas personas que, con elevado hedonismo, declaran sentirse apolíticos, libres de

objeción y, sobre todo, de responsabilidad, forman un grupo exclusivo: el de los fantasmas. Esos, los que no existen, los que omiten los problemas y se abstraen de la sociedad. Sin embargo, cuando hay bonanza, disfrutan y cuando hay declive, padecen.

Y es que es difícil salirse de un grupo y que, irremediablemente, no se forme otro grupo por ello, como los que se dejan barba para ir en contra del sistema y el mismo sistema los llamó “hipster” y vuelven a estar dentro, entonces: TODO ES CULPA DEL SISTEMA.

Este sistema de clasificación taxonómica, con sus respectivos códigos de nomenclatura, existe porque, irremediablemente, al ser humano le encanta ordenar y etiquetar, así se cree conocedor de todo lo que le rodea y puede sentirse dominante.

Incluso, si hablásemos de teorías conspiratorias donde los extraterrestres u otras órdenes supremas están aquí o han estado aquí desde siempre para controlarnos, volveríamos a hablar de las clasificaciones taxonómicas. Entonces, todo sería culpa del sistema.

Un ser que se aleje de las clasificaciones, se alejará del sistema. Será aquel que no se disfrace para salir a la calle aunque lleve ropaje, que no se posicione aunque opine, que no odie aunque critique o que no critique si no que opine y, entonces, ya todo no será culpa del sistema...


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